cuatro narraciones sobre las apariencias
Ciertamente en esta vida hay muy poca gente que tenga algo interesante que decir. Si nos damos cuenta, la mayoría de las palabras, sobran. Hay gente que habla por hablar, que habla sólo por protestar y que grita o ronronea por criticar, pero jamás aporta nada positivo para la vida de la gente. Como le sucedía a Baratto, incluso las convenciones sociales están llenas de conversaciones absurdas. La típica escena del ascensor, por ejemplo: qué tiempo más malo, ¿eh?.
En política este hecho se multiplica por diez. Ayer fue el debate del estado de la nación y, al repasarlo por los periódicos, la radio y la televisión, no puedo dejar de pensar en Baratto. Lo único verdaderamente importante, los caminos que nos han de conducir a la paz, se excluyó del debate. De eso ni se habló. Claro que no es de extrañar, porque en este país parece que hay demasiada gente aún interesada en que la paz fracase.
Sí que se trataron vanalidades, cifras y palabras huecas por parte de la oposición. Pero soluciones a los problemas de la gente, propuestas en positivo, no hubo ninguna. Cuando estaba hablando el líder del PP, mi mujer me dijo: pero esto, ¿le interesa a alguien?. Y la verdad es que no. Los periodistas alimentan a los políticos y los políticos a los periodistas, y yo creo que la gente de a pie está preocupada por otras cosas.El papel del presidente del gobierno es diferente: ha de aportar propuestas, crear en la gente nuevas esperanzas, defenderse de los ataques de la oposición. Pero no vimos en los otros ninguna aportación importante para la vida de las personas. Si hubieran hecho como Baratto, no hubieran salido ni a la tribuna. Es triste que la política sea así de destructiva. Uno tiene un mandato de cuatro años para llevar a cabo las propuestas que considere importantes y el otro se pasa cuatro años insultando y negándose a aportar ideas o proyectos ilusionantes. Para eso, quizá sería mejor que nos callásemos todos.