martes, abril 15

las vidas de un árbol

Me dijo la abuelita que escuchó en la radio que uun gran científico decía que las personas sufrimos un gran cambio cada siete años: cambiamos de forma de pensar, nuestra salud sufre algún achacón importante, y, en fin, envejecemos. Me lo decía la abuelita mientras me enseñaba a cocinar bien una paella a propósito de la ausencia de mi abuelito, ya ocho años allá. Me lo decía por la sorpresa que supuso para ella sobrevivirle; él tan fuerte y seguro de sí mismo, ella tan débil, tan endeble. Me dijo que habían cambiado mucho las cosas desde que él no estaba. Hablaba de la muerte con la naturalidad del viejo.
En mi despacho de ahora hay unas fotos preciosas de la corteza de un árbol. Son cortezas fotografiadas en blanco y negro, de cerca, repletas de heridas y de fisuras. Me recuerdan a la poesía de Víctor Hugo que suelo utilizar en las bodas: "...deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuántas vidas está hecho un árbol...". Todos los días, cuando veo esas fotos, me acuerdo de la abuelita y sus muchas vidas, de mi hijo Rubén y las muchas vidas que espero disfrute junto a nosotros. Me acuerdo de mí; de mis vidas tan diferentes y tan poco distantes en el tiempo, pero tan lejanas, de mis cortezas. Dice Susana que cambié en estos años en que nos conocemos. Quizá tenga razón, quizá me cogió uno de los ciclos de siete años. Quizá mi corteza anterior ya tenía demasiadas heridas y se sustituyó por otra. Quizá no me di cuenta de lo que cambió y de lo que yo cambié. Y al final de todo, aunque uno añora siempre lo que no tiene, no cambio ésta vida por otra. Me quedo con mi corteza de ahora, con sus heridas, y con el bosque éste de Susana, la abuelita, Lola y Rubén y los otros que, de todos los que he conocido, es el que siento más mío.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

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17:23:00  

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