martes, diciembre 30

una canción para terminar el año

Con la melancolía de lo que acaba. Con la rabia por lo que no hicimos. Con el cariño que aportan los recuerdos. Siempre se me ponen los pelos de punta cuando la escucho...

martes, diciembre 16

levantarse en mitad de la noche

Sucede a veces. Dice la gente mayor que conozco, empezando por la abuelita, que se acrecenta con la edad. Pero yo creo que me ha sucedido siempre, desde niño. Uno tiene una pesadilla, o un mal sueño, y ya no puede volver a dormir. Las cosas por la cabeza suceden muy rápido, en la noche. Proyectos de trabajo aún por acabar, proyectos de vida aún por acabar. Imágenes del pasado. Imaginaciones sobre el futuro. Un poco de miedo, o vértigo, no sabría precisar qué. Una foto en la cabeza. La vi este fin de semana en El Semanal: unos niños de china, recorren cada día un desfiladero de seis kilómetros, de cuarenta centímetros de ancho, con un precipicio de más de trescientos metros bajo sus pies, cada día para ir a la escuela. Se juegan la vida, vamos. Rubén esta noche ha venido a nuestra cama. Supongo que se habrá despertado también por una pesadilla y ha aprovechado nuestro sueño para meterse en la cama de papás. Sé que pedagógicamente no está bien dejarle, pero a ver quién entorpece el ahora sí dulce sueño de un ángel. Le beso en la cabeza e intento dormir. Pero tras horas pasando y repasando por los recovecos de mi cabeza, decido bajar al ordenador a leer y a escribir en la noche. Lo grande de internet, es que sabes que siempre hay gente al otro lado. Quizás gente como tú, hablando entre países sin conocerse. Es curioso: acá uno se preocupa sobremanera cuando su hijo tiene unas décimas de fiebre y no va al colegio, aunque esté con todas las comodidades del mundo cuidado por su abuela. Allá los niños hacen todos los días una travesía inaudita y harto peligrosa para acudir a la escuela, sin móviles para localizarlos ni mayores que los acompañen, y supongo que sus padres no se estarán preocupando de eso, supongo que tendrán otras preocupaciones más importantes. ¿Es nuestra cultura capitalista una forma de entender el mundo en la que sólo nos preocupamos por las mayores vanalidades?. Puede que sí. Poseer en lugar de ser. Quejarse de lo mínimo. Esforzarse sólo por tener y tener más que el otro. Uno se despierta en la noche, y hace un repaso de sus proyectos de vida y sus proyectos de trabajo. Tiene ideas. A la mañana, cuando se vuelva a meter en la rueda, no las recordará. Es como cuando dicen que uno está a las puertas de la muerte y ve pasar las imágenes de su vida como en una película rebobinada hacia atrás. Si vuelve, si logra regresar, ya no le importará lo que pensó en esos momentos. Es otra de las características de nuestra cultura: "el muerto al hoyo, y el vivo al boyo", o "a rey muerto, rey puesto", que viene a ser lo mismo para la ocasión. Menos mal, que como decía Soledad Puértolas, siempre nos Queda la noche. Es el lugar donde seguramente seamos de verdad más humanos, cuando estamos solos, como dice mi amiga Gracia, y nos paramos, por fin, a pensar en lo que estamos haciendo.

martes, diciembre 2

el viaje del elefante

Dice Saramago, en una preciosa entrevista publicada hace un par de semanas en El Pais Semanal, que no le hablemos de la muerte porque ya la conoce. Dice que la vio de cerca, que nadie sabe cómo escapó de sus brazos que ya le abrazaban. Dice que ha vuelto con el espíritu sereno. Que no tiene miedo. Y dice, además, que, en unas condiciones físicas lamentables, casi sin explicárselo, continuó escribiendo su nueva novela, "el viaje del elefante", donde cuenta "el empeño del rey portugués João III de regalar a su primo el archiduque de Austria un elefante hindú que llevaba dos años en Lisboa, y la aventura que supone trasladar en comitiva ese animal hasta Viena". Dice Saramago que hay una frase en el pórtico de la novela que pertenece al Libro de los itinerarios: "Siempre llegamos al sitio donde nos esperan".
Y como siempre tiene razón. Todos podemos identificar nuestra vida con el viaje de ese elefante, con las pericias que debe sufrir la comitiva en el paso de sus días, con la gente con la que se encuentra, y con la que se desencuentra, y con el largo camino de aprendizaje que debe recorrer, para, al final, llegar al sitio donde a uno le esperan.
Supongo que esa precisamente debe ser una de las mayores satisfacciones de la gente mayor: han hecho su trecho, han recorrido su camino, y, al final de sus días, pueden quedarse tranquilos, con el espíritu en calma, porque han llegado allá donde les esperaban. Tal vez sea junto a sus nietos, o rodeados de la familia, o en cualquier otro lugar. Pero es el viaje acabado con éxito. Por triste que sea la mirada de Saramago, por amarga que haya sido su lucha contra la muerte, hoy puede edcir muy alto que ha llegado donde todos le esperábamos. Ojalá a nosotros nos suceda lo mismo.

martes, noviembre 25

la ciudad redonda (II)

Publiqué hace unos días en este blog un dibujo que hice hace tiempo, la ciudad redonda, donde hablaba de la imposibilidad de dos personas para encontrarse, en el espacio y el tiempo. Pero el mundo da vueltas y las cosas vuelven siempre a su lugar. Poco a poco. La pasada semana vi a una persona que hacía muchos años que no veía. Al principio, no la reconocí, por lo inesperado de aquel encuentro, aunque, en realidad, no había cambiado apenas. Me sorprendió su voz. Es extraño lo fácil que olvidamos los tonos, la forma de hablar, las expresiones de alguien con quien hemos hablado durante interminables horas. Al contrario de lo que siempre había pensado, no sentí nada extraño, sólo el paso del tiempo.
Nos vimos en una librería. Compré varios libros, como siempre, uno de ellos de Murakami, After Dark. Me dijo que le encantaba el autor, que lo seguía como yo. Son extraños los gustos compartidos en los que el uno no ha influído en el otro. Quizás esos gustos nos llevaron a encontrarnos hace ya mucho tiempo e influyeron en que nos volviéramos a ver, muchos años después, como en los cien años de soledad. Hablamos de las familias, de los hermanos, de la abuelita, de mis hijos. Cuando vemos a una persona que dábamos por perdida en este mundo que en el fondo es como un pañuelo, me sorprende la naturalidad del encuentro. Nadie mira hacia el pasado, aunque está ahí. Quizás sirva para que la experiencia de lo vivido nos haga sentirnos cómodos el uno frente al otro. A los pocos minutos de hablar parecía que no hubiéramos dejado de vernos nunca.
Ha vuelto a ver el dibujo de la ciudad redonda. Una amiga mía con mentalidad matemática y artística me dijo que ese dibujo era una mentira. Que en un mundo circular, dos personas podían encontrarse siempre, porque había mil variables que podían facilitar el encuentro. Me dijo que había tenido que dibujar dos paralelas hacia el infinito y a una persona en cada una de ellas. Tenía razón. La semana pasada el mundo dio una vuelta más, aunque inesperada. Y las cosas siguen exactamente en el mismo lugar donde las dejamos.

miércoles, octubre 29

Meditaciones de Marco Aurelio

En estos tiempos de crisis continuas, de incertidumbre y de miedo, he recuperado la lectura de las Meditaciones, del emperador romano Marco Aurelio, redactadas en sus últimos años de vida durante horas en vela en los campamentos militares. Una obra de hace más de dos mil años que no podemos -ni debemos- olvidar, sobretodo en estos momentos.

2. Nadie pierde otra vida que la que vive, y no se vive más vida que la que se pierde, aunque vivieras tres mil años o treinta mil.

6. No juzgues las cosas como lo hace el insolente o como quiere que lo hagas. Examínalas tal y como son.

9. Quien se preocupa por su fama póstuma se olvida de que quienes le recuerden también morirán pronto; también aquellos que los sucedan.

12. El tiempo es como un río donde los acontecimientos son como una corriente impetuosa. Apenas se entrevé una cosa, ya es arrastrada, y también lo será la que ocupe su lugar.

18. Sólo los locos persiguen lo imposible. Imposible es que los malos no cometan maldades.

20. Una buena manera de defenderte de ellos es no parecerte a ellos.

23. Si algo te es difícil de realizar, no supongas por ello que te es imposible. Piensa que, si algo es humanamente posible y propio, tú lo puedes lograr.

44. Perder sólo es cambiar. Y la naturaleza universal disfruta con el cambio.

47. Piensa constantemente que todo lo que ocurre ya ha sucedido en el pasado y volverá a ocurrir.

49. Vivir siempre la mejor vida. Es posible si nuestra alma permanece indiferente ante las cosas indiferentes.

50. Si no es conveniente, no lo hagas; si no es cierto, no lo digas. Sé dueño de la iniciativa.

martes, octubre 28

ciudad redonda


He encontrado un dibujo que hice en ordenador hace cerca de diez años. Es la ciudad redonda, un lugar donde a dos personas les es imposible encontrarse: camina cada uno en una dirección a un ritmo igual y constante. Está basado en una canción de Los Rodríguez, a los que sigo escuchando. Decía la canción "es tan redonda mi ciudad que no nos vemos tú y yo". Y traté de plasmarlo en un dibujo. Lo he encontrado, decía, y vuelvo a él, pues en estos diez años han sido muchísimas las veces en que, aún queriendo, no me he encontrado con alguien. No hemos coincidido. Pasa, además, en todos los aspectos de la vida: hay veces que vives bajo un mismo techo, pero no te encuentras, no concuerdas, no hay manera de ponerse de acuerdo. Pasa en el mundo y lo vemos cada día en las noticias. Si lucháramos un poquito más por encontrarnos, por vernos, por mirarnos y hablarnos, por conocernos... no habría crisis que nos quitara el aliento.

martes, octubre 21

GUERRAS SIN MUERTOS

Me he detenido en varias ocasiones durante las dos últimas semanas ante la fotografía publicada en El Semanal "Valle de sombra de muerte", de Roger Fenton, tomada en 1855. Y en realidad, en estos más de 150 años desde que se fotografió ese paisaje desolador en medio de la batalla, ocultando la verdadera tragedia, observo que no han cambiado en nada las cosas. En la era de la comunicación global, en la que se supone estamos informados de todo cuanto acontece, donde nos creemos conocerlo todo, seguimos consumiendo por la televisión guerras sin muertos, crímenes sin consecuencias. Hace pocas semanas saltó a la prensa una noticia terrible: el 22 de agosto, en una aldea llamada Azizabad, en Afganistán, durante una "operación" de la OTAN comandada por los EEUU, 90 civiles, en su gran mayoría niños, fueron asesinados al ser confundidos por un grupo de talibanes, debido, según parece, a una información premeditadamente maliciosa de una tribu rival. Vuelvo a leer la información que sale en internet de ese terrible drama, vuelvo a sacar el recorte de la fotografía de Fenton y cojo a mi niño en brazos. Lo abrazo. "Menos mal que naciste aquí", le digo.

Como padres no podríamos soportar que nada malo les ocurriera a nuestros hijos, pero como ciudadanos del mundo sentimos indiferencia ante estas guerras que nos venden sin víctimas, pero que llevan la tragedia de miles de civiles muertos escondida detrás de su espalda. Porque de ése suceso, aún no se han visto prácticamente imágenes. Posiblemente porque las letras de texto son más fáciles de asimilar, más fácilmente olvidables. Leemos una línea y pasamos a la siguiente; y después pasamos de página y seguimos leyendo otras cosas. Pero ante las imágenes uno a veces se detiene y este mundo de la comunicación global no nos da demasiadas facilidades para que nos detengamos a pensar cosas. Quizá ése sea su secreto para mantener eternamente el "status quo" del mundo, para que no se les revuelva el gallinero.

Soy periodista de formación, y aunque no ejerzo la profesión, consumo numerosos medios de comunicación cada día. Por eso echo de menos que en algún programa de radio matinal comiencen todos los días informándonos de cuántos niños murieron el día de ayer de hambre por el mal reparto de la riqueza del mundo, en vez de contarnos las últimas ofertas de El Corte Inglés; que en los informativos de televisión comiencen haciendo un repaso de los civiles inocentes muertos en cualquiera de las guerras olvidadas del mundo, en lugar de enseñarnos el "circo" de Mcain y de Obama en EEUU; y que en las revistas, o en los periódicos, nos pongan alguna imagen en la que detenernos, como la de El Semanal, algo que nos haga pensar y no ir saltando de titular en titular entre noticias que olvidamos cuando pasamos de página.